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A 36 AÑOS DE LA CONQUISTA DE LA SUPERCOPA

Hacia fines de la década del ’80, existió la idea de sumar un nuevo torneo internacional continental, que se sumase a la tradicional Copa Libertadores. Fue así, que en 1988 se creó la Supercopa, torneo al que para poder acceder, había que tener como requisito indispensable haber ganado en algún momento la Libertadores, que se juega desde 1960.




Por ende, los equipos que participarían de dicho certamen, iban a ser los más grandes de la región, como fue el caso de Flamengo, Cruzeiro, Gremio, Santos en Brasil, Peñarol y Nacional de Uruguay, Olimpia de Paraguay, River, Boca, Racing e Independiente en la Argentina por citar algunos casos. Sin ánimos de entrar en chicanas, entidades como San Lorenzo, Cerro Porteño, América de Cali, o Universidad de Chile, nunca la pudieron jugar (se jugó hasta 1997 inclusive) por no tener los méritos deportivos necesarios. De hecho, con el correr de los años se fueron sumando Nacional de Medellín (a partir de 1990), ColoColo (desde 1992), San Pablo (1993) o Vélez (1995), dado que fueron consiguiendo el máximo logro regional el año anterior a su inclusión.

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A su vez, sirve para dar una dimensión de lo que significaba ese trofeo, que cuando uno lo compara al actual torneo alternativo a la Copa Libertadores, nota que hay una diferencia en cuanto a potencial de nombres muy marcado por sobre la actual Copa Sudamericana. .

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El camino del equipo dirigido entonces por Alfio Coco Basile, empezó en Avellaneda, el 24 de febrero de 1988, cuando Racing le ganó al Santos en la ida por 2-0, con los goles de José Raúl Toti Iglesias (jugó solamente dos partidos en ese certamen, luego se fue a Colombia) y Miguel Ángel Colombatti. La revancha se disputó el jueves 3 de marzo en Brasil, donde el resultado fue 0-0, entonces fue la Academia el que pasó a cuartos de final, ronda en la que la suerte jugó de su lado (pocas veces sucede) y avanzó a semifinales de manera directa.

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En semifinales lo esperaba River Plate, quien hacía dos años había ganado su primera Copa Libertadores, y también se adjudicó su única Copa Intercontinental hasta el momento, todo en 1986. Nombres como Nery Pumpido, Nelson Gutiérrez, Oscar Ruggeri, Pedro Troglio, Claudio Caniggia, Omar Palma; formaban parte de aquel gran equipo, que en ese momento dirigía Timoteo Griguol. La ida se disputó en Avellaneda, el 25 de Mayo, con mucho público de ambas parcialidades. El partido fue muy disputado, como todo duelo entre argentinos por torneos internacionales, hasta que en la última pelota del primer tiempo, una ejecución rápida y precisa (como casi siempre) de Palma, habilitó a Ramón Centurión, quien desbordó por izquierda, tiró un centro y encontró a un tal Jorge Borelli, quien de cabeza dejó sin chances al Pato Fillol, partido 0-1 y dos problemas por delante, la desventaja, y que además se había establecido que el gol de visitante desempataba en caso de igualdad en el global, novedoso para aquella época.

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En el complemento, la Academia debía ir a dar vuelta la historia, ya que un empate con goles lo obligaría a buscar el gol sí o sí en el Monumental, por esa regla mencionada. A poco de iniciado el segundo tiempo,llegó un centro bombeado al segundo ejecutado por Medina Bello, el cual Néstor Fabbri fue a buscarlo para el empate, y a poco de conectar el balón, fue derribado en el área chica, penal cobrado por Juan Carlos Lousteau, que uno de los máximos héroes de esta historia como lo fue Wáter Fernández, lo cambió por gol con un remate fuerte, bajo y a la izquierda de Pumpido, quien pese a adivinar el lugar, no tuvo chances de impedir el empate, 1-1 y a seguir en la búsqueda.

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Poco después, Omar Catalán desbordó por la derecha, envió otro centro bombeado, y otra vez el delantero oriundo de Firmat (provincia de Santa Fe) la empalmó de lleno con la zurda que tantas alegrías nos dio, y estableció el definitivo 2-1 para Racing. No fue todo tan sencillo, otro gran héroe del torneo como lo fue Ubaldo Matildo Fillol, salvó la diferencia con intervenciones propias del gran arquero que supo ser. Todo listo para un gran espectáculo en River, el 1 de junio.

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El triunfo de Racing en Avellaneda obligaba al local a convertir, la diferencia a favor de la Academia era a su vez un arma de doble filo, porque un simple gol dejaba al elenco de Basile afuera. Para esta ocasión, el Millonario iba a sumar a esos grandes nombres antes mencionado, a Héctor Enrique y a Antonio Alzamendi de entrada. En el primer tiempo y como era de esperar, River fue por el gol que necesitaba, y si bien no fueron muchas situaciones, Fillol tuvo que intervenir en algunas, como fueron un cabezazo del Tano Gutiérrez, o un remate de frente de Caniggia. El primer tiempo se fue 0-0.

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Si bien es cierto que a Racing le quedaba lejos el arco de River, Wáter Fernández tuvo una situación muy clara en el complemento, que Pumpido tapó con el pie y envío el balón al córner. Cuando más controlado parecía la Academia tenerlo a su rival, un desborde de un joven y veloz Caniggia, terminó con el rubio de larga cabellera en el suelo y Espósito pitó penal, que el Tano Gutiérrez cambió por gol, 1-0 y Racing estaba de momento fuera de la competencia. Quedaban 23 minutos por delante, pero en ese segmento, los de Basile agarraron la lanza y se fueron con todo para arriba, arriesgándolo todo, tanto es así que el Coco mandó a la cancha al Mencho Medina Bello en lugar de Perico Pérez.

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Este segmento del torneo fue una bisagra para la consagración de la Academia, porque en eso de ir todo el tiempo hacia el arco rival, las contras del local vía Caniggia-Alzamendi fueron terribles, y fue de nuevo cuando apareció el Pato Fillol, quien tapó pelotas increíbles, y a la única que no llegó fue Gustavo Costas, quien tapando con su cuerpo un remate del uruguayo a nada del arco, evitó el segundo. Todo eso sirvió para que a los 45 minutos (en esa época se agregaba muy poquito tiempo adicional), un tiro de esquina rápidamente ejecutado desde la izquierda, encontró a Fabbri en lo más alto del área local, para que de cabeza la historia finalice 1-1, y el pase a la final donde esperaba el temible Cruzeiro, quien había eliminado entre otros, a Independiente en la primera ronda. Nota de color (poco habitual), en 1988, Racing enfrentó a River en siete oportunidades (un solo amistoso y seis oficiales), con tres triunfos para Racing y cuatro empates, si leyó bien, siete partidos y ninguna derrota ante River ese año.

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La primera final se disputó el 13 de junio, con un estadio colmado, y la particularidad del canto de “vamos vamos, la Academia”… Con el mismo ritmo del tradicional de la Selección de Argentina. Este partido tuvo similitudes con la ida ante River, ya que el elenco brasileño se puso en ventaja por intermedio de Robson, tras una distracción del local. Esta vez y a diferencia del choque contra el Millonario, una falta a Omar Catalán en el área, derivó en un penal que Wálter Fernández volvió a cambiar por gol, pegándole muy parecido al que pateó en semifinales, 1-1 pero esta vez se fue al vestuario en igualdad.

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En la última mitad se observaron muchas piernas fuertes, fricción, golpes, etc… Era una final y no se podía suponer otra cosa, menos en esos tiempos. Wálter Fernández de cabeza tuvo la victoria a tiro, pero se fue afuera. A dos minutos del final, en una pelota que parecía perdida, el actual entrenador de Racing tiró un taco que habilitó a Wálter Fernández, quien arrastró dos marcas hasta el fondo de la cancha para después tirar un centro por bajo y hacia atrás que encontró a Miguel Ángel Colombatti, quien abrió el pie, la puso al segundo palo y adentro, lo que desató la algarabía total en el Presidente Perón, para sellar el 2-1 (al igual que con River), y viajar a Belo Horizonte, donde se sabía de antemano lo complejo de la situación, pero estos guerreros de acero harían historia de todos modos.

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El sábado 18 de junio de 1988, se disputó la final en Belo Horizonte, se calcula que había cerca de 100 mil espectadores (en aquellos tiempo las capacidades de los estadios eran mayores que ahora por lo general), la gente de Racing llevó su nutrido grupo también, y se hizo sentir en más de una ocasión. La noche anterior había sido complicada, la pirotecnia se hacía sentir en las afueras del hotel con la intención de impedir el descanso normal de los jugadores. “Hubo muchas bombas a la noche afuera del hotel, no querían que durmiéramos bien, pero prácticamente no nos dimos cuenta de eso, estábamos tan metidos en jugar esa final y traer la copa que por más que nos tirasen bombas debajo de la cama no iba a pasar nada”, le contó el propio Wálter Fernández a este medio, lo que describía que los guerreros estaban listos para el objetivo.

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Es cierto que en el primer tiempo Cruzeiro llegó algunas veces, pero dentro del poderío que tenía, no estaba tan mal el elenco visitante. La primera explosión de la noche llegó a poco de finalizar la primera mitad, cuando un largo tiro libre de Costas fue hacia Wálter Fernández, quien entre varias camisetas rivales encontró a Catalán en velocidad, para definir por abajo, y que la pelota vaya lenta y descanse en la red, 1-0 y el sueño de campeón era cada vez más visible.

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Lógicamente en el segundo tiempo Cruzeiro cargó con lo que tenía, si bien la Academia estaba muy firme en el fondo, otra vez hubo que acudir a la jerarquía del Pato Fillol, quien apareció una vez más cuando se lo necesitaba. A falta de diez minutos, Robson igualó en una jugada enredada dentro del área, pero lo cierto es que ese 1-1 final, consagraba a Racing como campeón de la primera Supercopa en el año 1988.

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Nunca habrá que olvidar a ese grupo de luchadores, que le dieron a Racing un título internacional enfrentando a los grandes de la región, que hacía menos de tres años se había logrado el ascenso, el equipo había sido alquilado (quedaban nombres de ambos acontecimientos todavía). El himno de la Supercopa con el ritmo de Sergio Denis, el equipo alternativo que de manera paralela avanzaba en la Liguilla, el legendario Alfio Basile presente en otra proeza más de este club maravilloso, el hecho de haber podido enfrentar al Nápoli de Diego Maradona de manera amistosa a partir de este logro, sería el mismo grupo que nos permitió volver a jugar una Copa Libertadores después del ciclo del inolvidable José Pizutti. Por todo eso, muchas gracias toda la vida.

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