"CADA VEZ QUE LO VEÍA A CORBATTA HACÍA GOLES"
Horacio Attadía habló mano a mano con La Número Uno, y entre sus anécdotas que recuerda mencionó la buena suerte que le traía el querido Loco Corbatta. Además repasó el ascenso y el momento en el que Racing alquiló su plantel.
Volante izquierdo nacido en la localidad de Las Flores, provincia de Buenos Aires, el pago de un hincha de Racing campeón en el Dakar como lo es Marcos Patronelli, llegó a la Academia en 1985, momento en que la institución organizaba el operativo retorno a la Primera División, después del fracaso de 1984.
“Yo vine de Las Flores, recalo en Monte Grande, y luego fuimos a Wilde. Yo me había probado primero en Racing, y había quedado, pero cuando falleció mi abuela-madrina no quería jugar más, en ese momento tendría entre 12 y 13 años. Jugaba de marcador central en ese entonces, habíamos salido campeones en los viejos Campeonatos Evita con Las Flores. Mi viejo siempre me decía: “Usted con la cabeza piensa, y con los pies juega”, éramos chicos muy educados, de pueblo. Mi mamá fue cocinera en Racing, un día estaba una gloria de Racing, y le dijo a mi mamá; “Este chico va a jugar acá en Racing”, esa gloria era Roberto Perfumo, después pasó lo de mi abuela madrina y no quise ir más”, contó en el inicio el ex volante de Racing.
Luego cuando tomó la decisión de volver a jugar al fútbol, lo hizo para Lanús. “Terminé jugando de volante porque me agarró Juan Manuel Guerra en Lanús, él me dijo que yo corría mucho para ser wing izquierdo, y que me veía condiciones para jugar en la mitad de la cancha, que iba a tener más protagonismo. Yo subí de la Sexta División a la Primera, con 16 años de edad. Fui compañero de Ramón Enrique, hermano de Carlos y Héctor, Ramón era como un hermano para mí, estábamos siempre juntos los dos. Yo debuté jugando contra San Telmo de local. Me acuerdo que iba para jugar en la Tercera, y cuando llegué, me dijeron que iba a jugar en la Primera. Éramos un equipo de pibes, nos molieron a patadas, pero los jugadores de San Telmo tenían la experiencia que nos faltaba a nosotros, perdimos 4-2”, recordó.
Después de jugar varios años en el Granate, arribó a Racing. “Yo estaba de luna de miel en Córdoba, y me llamaron para decirme que vaya porque me había comprado Racing, pensé que era una broma. Fui uno de los pases más caros de Racing en ese mercado, y mirá que estaba Wáter Fernández, Wálter no tenía precio. También fue Sicher de Lanús, Colombatti de Morón, Wálter Fernández de Defensores de Belgrano. Me habían anticipado que cuando caminara el túnel en la cancha de Racing vas a sentir un escalofrío, y fue así, era uno de los túneles más largos que tenía cualquier cancha del fútbol argentino. Si bien el club había pasado por momentos complicados, es una institución grande, yo miraba la cancha y pensaba que era inmensa. Bajó por errores, porque más allá de perder en la cancha, algunos errores se cometieron también afuera. A mí me costó adaptarme de entrada, yo conseguí mi mejor nivel al final del campeonato, y en el Octogonal, ahí estaba al máximo de mis posibilidades”.
Del Coco Basile destacó: “La palabra y la sencillez, era el conductor del grupo. El Coco es un genio, una psicología para hablarte, a mí me decía siempre: “¿Usted sabe que camiseta tiene puesta?!, eso te agrandaba en todos los aspectos”.
“Las veces que lo veía a Corbatta hacía goles, y Tita estaba siempre en el córner, en su silla mirando el partido. Nosotros tuvimos cinco partidos que anduvimos muy bien con Cayetano Rodríguez, habíamos quedado a cinco puntos de Central, era un loco, porque hablaba y decía cosas que no tenía nada que ver con el fútbol que jugábamos, te podía o no gustar, pero Racing jugaba a otra cosa. Yo jugué de ocho también, por la derecha, le hice un gol a Banfield, ganamos 2-0, el otro gol lo hizo el Flaco Lamadrid, los dos éramos de Wilde”, recordó como dato de color.
Luego de una año bastante difícil, en el que arrancó dirigiendo Agustín Cejas, luego pasó Cayetano Rodríguez, Cacho Giménez (apenas un partido de interinato) hasta llegar a la asunción del Coco Basile, quien le brindó el ansiado ascenso al equipo. El camino no había sido para nada fácil, dado que el primer rival había sido Banfield, a quien se eliminó por mejor posición en la tabla luego de igualar en el global (victoria en la ida 1-3, derrota en la vuelta 1-3), a Quilmes se lo venció en ambos cotejos (0-2, 3-1) y por último llegó Atlanta (4-0, 1-1).
“Para el Octogonal estábamos muy bien, a pesar que contra Banfield en cancha de Vélez terminamos sufriendo, nos habíamos perdido muchos goles también. Contra Quilmes y Atlanta ya fue otra cosa. Contra Atlanta jugamos muy bien el primer tiempo, pero quizás perdimos un poco la pelota en el segundo, igualmente tuvimos para hacer dos o tres goles nosotros. Después empezó a jugar un poquito Mastrángelo con las jugadas, dio un montón de minutos de descuento. El empate de ellos nos golpeó, encima la diferencia de gol del primer partido no servía, si perdíamos por un gol, había tercer partido, habíamos estado 45 días concentrados”, y agregó: “El ascenso pareciera que no sucedió nunca, porque vas al salón de la fama, y mínimamente debería estar, porque pasó en la historia ese momento. Yo se lo dije a muchos en el club, sobre como no había un recordatorio del equipo que ascendió. Me dijeron que tenía razón, pero nunca lo hicieron. Siempre tengo la imagen de un matrimonio, se me acerca la mujer, que estaba embarazada, y cuando yo salía del control antidoping en la cancha de River el día que ascendimos, se me arrodilló adelante mío, y me dijo que yo no sabía lo que era eso para ella, me abrazó y se me aflojaron las piernas. Cuando salíamos con el micro la gente lo amacaba, parecía que jugaba la Selección Argentina, fue muy especial para mí”.
Luego del ascenso, el fútbol argentino estaba en proceso de reestructuración, y el equipo que ascendió el 27 de diciembre de 1985, no iba a volver a jugar de manera oficial hasta julio de 1986, por lo que se decidió alquilar el plantel a Argentino de Mendoza, quien jugaba su Torneo Regional para ascender a la entonces Primera B Nacional. “Yo me lesioné cuando jugamos para Argentino de Mendoza. En el primer partido, teníamos que jugar contra Gimnasia y Esgrima de Mendoza, donde atajaba Reyes, un histórico, en el micro estábamos en el último asiento con Colombatti y Wálter Fernández. Cuando estábamos llegando a la cancha, yo decía que me parecía raro que no había policías. Cuando bajamos, éramos los últimos, me tocaron el hombro, me di vuelta, y me apagaron un cigarrillo en el brazo, me quedaron las marcas, cuando con Colombatti y Wálter Fernández quisimos pelear, se aparecieron como quinientos, no me preguntes como ni de donde, y salimos corriendo para el vestuario. Después en el partido, Colombatti le mete una pelota a Wálter Fernández, y de entrada ya ganábamos 1-0. En la segunda jugada Colombatti me pone una pelota, me voy por atrás, me iba solo, y el cuatro de ellos me pegó una patada terrible, y sentí un ruido… Me tiraron como a una bolsa de papas afuera de la cancha, se armó un lío tremendo. Colombatti tirando manzanas a la tribuna, era insólito todo. Me sacaron mucha sangre coagulada de la rodilla, tuve un esguince de rodilla, volví enyesado en el avión, después de eso no quise jugar más ahí”.
A pesar del mal momento institucional, hubo lugar para las anécdotas. “Se había roto el micro, y estábamos tomando mate y yo dije vamos a cazar patos a la laguna. Fuimos con Wálter Fernández, Ítalo Ortíz, el Turco Wirtz, hasta que arreglaron el micro. Nosotros nada más hacíamos esas cosas. Cuando habíamos hecho la reunión donde explicaban que nos iban a alquilar a Mendoza, yo dije: “Muchachos, estamos hablando de Racing, como van a alquilar el equipo”?. Yo no lo podía entender, algún arreglo hubo para mí. En uno de los viajes para jugar amistosos, estábamos en Ezeiza con San Lorenzo, y estaba el Sendero luminoso en Perú, que amenazaban con meter una bomba en la cancha si jugábamos, imagínate como estábamos nosotros. Llegamos a Perú, había Estado de sitio, sonaba la alarma y yo pensaba: ¿Qué estamos haciendo acá?”.
Luego en 1987, Attadía se fue a jugar a Mandiyú. “Me acuerdo que estábamos en el Hotel Conquistador, junto con Argentinos Juniors y River, tomando mates en el lobby del hotel. Justo lo veo a Manuel (Guerra). Yo le pregunté que hacía, y él me contestó que estaba con Mandiyú. Delante del resto de los jugadores me dijo que si yo iba a Mandiyú, íbamos a salir campeones, yo ya había salido campeón en Lanús con él. Hablé con Manuel, y al otro día estaba todo arreglado, nunca me había pasado una cosa así. Después lo trajo al Pepe Basualdo, y jugamos todo el año así, él por derecha y yo por izquierda. Además estaba Adolfino Cañete, gran jugador y muy buena persona”.
También contó su experiencia en el fútbol boliviano, donde tuvo de entrenador al Ropero Díaz, ex delantero de Racing. “Yo jugué en el Wilstermann de Bolivia, el entrenador era el Ropero Díaz, y fuimos junto a Salvador Azerrad, en ese plantel estaba Julio César Baldivieso, que jugó en Newells acá. Me acuerdo que él (Baldivieso) era muy celoso, cuando llegué me presentaron en la mitad de la cancha, y me miraba mal, entonces yo le pregunté delante de todos si tenía algún problema, se quería matar cuando le dije así jaja. Él me contestó que no, el tema era por el número de la camiseta, pero a mí el número no me importaba, después nos hicimos muy amigos con él”.
Sobre la actualidad de Racing opinó: “Se lograron muchas cosas, Blanco se puso la camiseta y creo que los jugadores no tienen inconvenientes, hoy están en otra situación. Antes había muchos problemas, sobre todo económicos. Imaginate tener esta situación con la clase de jugadores de aquella época, lo tenés distinto al jugador. Voy a la cancha con Néstor (Sicher), nos sentamos los dos, miramos los partidos, nos juntamos con gente, te saludan, es muy lindo todo eso”.
“Racing ocupa un lugar muy grande e importante en mi vida, lo llevo en el corazón. Siempre dije que cuando me puse la camiseta, me di cuenta lo que significaba. Fue una alegría y una pasión que me marcó. Además después de tanto tiempo que pasó después de haber jugado, la gente me sigue agradeciendo, y eso te reconforta, te pone contento. Para mi fue un placer haber podido estar”, concluyó Horacio.
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